miércoles, 12 de diciembre de 2012

Escarrilla

Estoy tirada en el sofá, de cualquier forma. Mi cerebro está demasiado embotado para pensar como normalmente lo haría, mi cuerpo, demasiado cansado y dolorido después de casi ocho horas de esquí para siquiera proponerse el hacer otra cosa que acariciar a Bigotes, que duerme en mis rodillas. Miro la nieve por la ventana. Y tomo un sorbo del chocolate que hay a mi lado. En este momento, es la mayor delicia del mundo.Por mi mente cruzan un montón de ideas absurdas e inconexas…
…El abuelo ha encendido el fuego de la vieja estufa. Me encanta que lo haga, incluso aunque tengamos radiadores modernos. Conservaré esa estufa toda mi vida. Afuera nieva. Lleva todo el día nevando. Por la ventana se ve el jardín completamente cubierto de nieve virgen, blanca, blanda y perfecta. Me encanta. Bigotes duerme…es tan suave. Absurdamente suave. Tiene suave hasta las patitas, hasta la lengua parece suave cuando me lame. Pensaba que los gatos tenían la lengua áspera, pero la suya no. Qué extraño. ¿Por qué llevaré siempre el pelo recogido? No hay ninguna razón en especial, estoy bien con coleta o con el pelo suelto, entonces, ¿por qué? Adoro el invierno. Adoro esquiar. Adoro hacer muñecos de nieve gigantes y beber chocolate caliente. Adoro Escarrilla, ¿por qué tengo que volver a Madrid? Cuando cumpla dieciocho me iré a vivir sola al monte con gatos de lengua suave. Después iré al jardín y correré por todos lados. Me encanta pisar nieve virgen. Es como andar sobre margarina…
 El gato ronronea y hace que todo el pecho me retumbe. Qué absurdo es su nombre y qué irónico que me de alergia el animal más bonito del mundo. Me duelen los moratones, pero eso me recuerda que mis piernas aún no se han caído por congelación, y eso me basta.  El fuego chisporrotea y pienso en lo alegre que suena esa palabra. En la radio suena una canción. Nunca la he oído. No conozco el grupo y, cuando acabe el último acorde la olvidaré para siempre, es más, ni siquiera la estoy escuchando. Pero es la canción ideal para ese momento. Cierro los ojos y por una vez en mi vida, dejo de pensar en chorradas porque simplemente dejo de pensar.
Y mientras tanto, la nieve sigue cayendo.
Aquí tenéis uno de los recuerdos más dulces y absurdos de mi vida :)

lunes, 5 de noviembre de 2012

Still Here

“Oh, ¡Dios mio! ¡Vosotras erais las de la otra esquina!”
Y es curioso cómo una simple frase puede resumirlo todo. No sólo te das cuenta de que podrías haber conocido antes a dos personas increíbles, sino que ves de forma diferente todos los años de risas, de marginación, de comics dibujados en una esquina del patio mientras los otros niños jugaban al fútbol al sol…
Y, aunque mi yo de hace un tiempo no se lo creyera, esos años, no los cambiaría por nada.
A pesar de las burlas y de las discusiones y los llantos, allí fue cuando empezó mi relación con mis mejores amigas, cuando descubrí mi frikismo, cuando empezó a forjarse lo que ahora soy.
A pesar de todo, Sigo aquí

sábado, 27 de octubre de 2012

Lucy and Julian

Julián se levanta amodorrado y contempla el cabello de Lucía desparramándose despeinado sobre la almohada. No es la primera noche que se queda con él pero cada vez que la mira se maravilla de que aún no se haya ido.
Desde que se conocieron, hace casi seis meses en aquella cafetería, han pasado juntos la mayor parte del tiempo. Habían empezado como se suele empezar. Risas, Bromas, Paseos por el parque...Pronto se hicieron amigos, luego mucho más. El padre de Lucía se había opuesto, claro. Él siempre se oponía a todo lo que ella hacía. Pero habían seguido juntos.
La ve dormir. Parece una niña pequeña. Se levanta de la cama con cuidado para no despertarla y va hacia la cocina para preparar café. Ahora la nevera está repleta y las baldosas de la habitación brillan. Huele a limpio y las flores adornan los jarrones. Se pasa la mano por el pelo. Ahora lo lleva más corto, casi rapado. La barba de varios días no se la afeitó. Lucía dice que le gusta más así. Lucía…ella le ha salvado. si no hubiera sido por ella, quién sabe dónde estaría. Y él la ha salvado a ella, también lo sabe. Eran dos personas rotas que estaban en el lugar correcto en el momento correcto. Se curaron el uno al otro, con tiempo y cariño.
Él ya no piensa en Anne. Probablemente esté en la otra punta del mundo, con un hombre que la mime y le de todo lo que necesite, que sólo la quiera a ella. Le gustaría verla una vez más, pedirle perdón, pero eso es todo. Sin embargo, hay otro tema que no se puede quitar de la cabeza. Mira sus manos. Ya no es como los primeros días, sus dedos ya no tiemblan y puede controlarlo mucho mejor que antes…pero tiene miedo. Miedo a que ocurra como antes, y sus dedos se muevan torpes e indecisos al acariciar las cuerdas.
Piensa en la chica que duerme en la habitación de al lado. En su dulce sonrisa, que tanto le costó mostrar, en cómo se mueve bailando por la casa de forma estúpida, en su cabello, siempre despeinado… Quiere agradecerle todo lo que ha hecho por ella, quiere explicar con música lo que no puede decirle con palabras. Se acerca al salón despacio, allí, colocada sobre un soporte, está Marilyn. Lucía la limpió y barnizó para darle una sorpresa. Resplandece en comparación con la blanca pared. Julián la coge. Sus manos no tiemblan.
Lucía abre los ojos. Se despereza. Contempla las sabanas arrugadas a su lado y sonríe. Una sonrisa real. Mucho más resplandeciente que cuando mamá vivía. Whisper maúlla y se lanza contra su estómago. Ella da un respingo y rie.
-Vale, vale ya me levanto- le dice al animalito.
Se levanta. Sólo lleva la ropa interior de abajo. Busca su ropa, pero al rato se cansa y se acaba poniendo una camisa de Julián que está por ahí tirada y que no huele excesivamente mal.
Julián…ahora mismo estará preparando café o habrá bajado a comprar cruasanes. Pronto entrará en la habitación con una sonrisa y le dará los buenos días con un beso. Julián…cuando le conoció apenas eran unas sombras de lo que habían sido. Pero juntos aprendieron a ser feliz de nuevo. Le encanta Julián. Le encanta su barba, que le raspa cuando le besa. Le encantan perderse en sus ojos azules. Le encanta que despierte cantándole muy bajito al oído. Con él aprendió a llenar el vacío que mamá le dejó y que papá no hizo más que agrandar.
Ahora el tiempo ha pasado. Pronto cumpliría dieciocho y podría olvidarse de papá y de su borde mujer. Se irá de casa y se mudará a aquel piso con Julián. Será feliz. Algo interrumpe sus pensamientos…una música ¿Música?
Sigue el sonido extrañada. Va a la cocina, pero su novio no está allí, se acerca al salón y se sorprende de que la guitarra no esté. Despacito, muy despacito, abre la puerta del balcón.
Julián está allí, sentado sobre un taburete completamente absorto en el instrumento. Agachado sobre Marilyn, pulsa suavemente las cuerdas, primero con algo de torpeza, y luego, con una naturalidad y una pasión que Lucía nunca ha visto. El chico tiene los ojos cerrados. No necesita mirar. La melodía es dulce y cálida.
Lucía se acerca. Se sienta en el suelo, a su lado. Julián acaba los últimos acordes. Lucía le coge de la mano. Julián abre los ojos. Lucía llora, emocionada. Julián sonríe.
-Ha sido…-empieza ella
-No habría podido hacerlo sin ti- sonríe Julián                               
-No quiero desprestigiar el trabajo de los médicos- Bromea Lucía-¿Es tuya?
Él niega.
-Es de los Beatles, pero me recuerda muchísimo a ti…desde la primera vez que nos conocimos…no sé, pensé que hablaba de aquella chica de pelo despeinado y ojos tristes.
Lucía se acerca, se besan. Lucía ama, ríe. Lucía se siente viva. Lucía baila, corre. Ve amanecer de la mano de un chico pelirrojo. Lucía cambia, muda de piel. Lucía canta alguna canción de los Beatles. Lucía siente una barba de varios días raspándole la mejilla. Lucía se va de casa. Lucía duerme sintiendo la respiración de otra persona.
Lucía es feliz.
http://www.youtube.com/watch?v=KDDTiFPZsNA

Julián

Julián se levanta amodorrado y comprueba que no hay nadie en su cama. No sería la primera vez que descubre que, después de una noche de bar en bar, hay una desconocida sin nombre ni pasado a su lado.
El aliento le huele a alcohol y a vómito. Mira hacia la esquina donde Marilyn coge polvo. Parece que le observa, juzgándole.
<<No me mires así, preciosa. Todo esto es culpa tuya.>>
Se acerca y acaricia la vieja guitarra. Hace tanto, tanto tiempo que no toca…Después del accidente pudieron salvar sus manos, volver a unir sus nervios, devolverle cierta movilidad a sus dedos. Pero nunca volvería a tocar.
Recuerda lo mucho que lloró Anne cuando se enteró. Sabía lo mucho que significaba para Julián la música, no le bastaba con escucharla, sino también sentirla bajo sus dedos. Anne…al principio había sido muy comprensiva, le había ayudado con la rehabilitación y le había acariciado la cabeza para que se durmiera mientras lloraba, borracho y amargado, un guiñapo de lo que había sido.
<<Pero se cansó. Se cansó de verme constantemente bebiendo, de mi mal humor y de mis gritos. Se cansó de que amara más a una guitarra que a ella. >>
Se pasea por el piso, buscando algo que le cure la resaca. Se sorprende del cambio del lugar respecto a hace unos meses. Cuando Anne vivía ahí, todo estaba limpio y en su sitio, olía a fresco y ella solía dejar flores recién cortadas por la casa para preservar ese olor. Ahora los jarrones estaban vacíos y los muebles están llenos de polvo. Hay ropa sucia y cajas mohosas de comida china por todas partes.
Julián no lloró cuando vio la carta de Anne sobre la cama vacía. Simplemente se había tumbado en ella, con una botella en una mano y Marilyn en la otra, bebiendo hasta que se durmió con el papel sobre el pecho.
Busca algo de comer en la cocina, pero la nevera y los armarios están vacíos. ¿Cuánto hace que no come? No se acuerda. Decide inyectarse café en vena en el bar de siempre, donde tantas veces ha tocado en el viejo escenario, borracho de amor y libertad, en vez de de alcohol.
<<Yo era libre. Y feliz. Marilyn y Anne, eso era todo lo que necesitaba. Y lo perdí todo de golpe>>
La camarera le sonríe mientras le pregunta su nombre para apuntarlo en su taza. Es una muchachita sudamericana, algo regordeta y bastante mona. Debe ser nueva, porque no le ha mirado con pena. Cuando le sirve la bebida le pregunta también por su numero de teléfono.
-No tengo móvil.
Es cierto. Cuando se despertó en el hospital con las manos vendadas, lo tiró por el retrete.
La chica le sonríe.
-¿Quién te ha roto el corazón así, cariño?
-Una guitarra
Ella guiña el ojo.
-Comprendo, cuello de cisne y caderas generosas, ¿eh?
-Algo así.
Ella le mira con lástima y le indica que se acerque con señas.
-¿Sabes lo mejor de los corazones rotos? Que sólo se pueden romper una vez, el resto son rasguños.
Julián asiente, no muy convencido y le deja una propina desproporcionada. Se dirige hacia la salida, pero se choca contra algo. Casi sin pensarlo, extiende la mano y se agarra a algo para no caerse. Ese algo resulta ser una chica. Tiene el pelo revuelto y el rostro más triste del mundo, después del que aparece en su espejo. Parece hundida en la miseria, pero en sus ojos se ve una pequeña chispa de vida. Saldrá del agujero, comprende él,  sola o con ayuda. Pero seguirá hacia delante, siempre hacia delante.
Su fuerza le sorprende, y se da cuenta de que se ha perdido en sus ojos. Esos ojos le han devuelto algo que hace mucho que no siente, y de pronto ya no piensa en Anne, ni en Marilyn. Sólo en la chica.
-¿Quiéres tomar un café?
Ella asiente y, por primera vez en mucho tiempo, Julián sonríe.

Lucía

Lucía abre los ojos. Contempla sus ojeras. Se viste sin mirar lo que se pone. Recoge su pelo sin peinarse. Se toma una aspirina y piensa en volver a la cama.
Esta noche tampoco ha podido dormir
Lucía va a la cocina. Se prepara un colacao con leche y enciende un cigarrillo. Le había prometido dejar de fumar, pero eso ya no importa
Es una imagen extraña. Una niña que ha visto demasiado, con un bigote de cacao sobre el labio, envuelta en el humo del cigarrillo. Restos de una inocencia ya perdida y de una madurez recién encontrada.
Lucía mira las paredes desnudas y las estanterías vacías. Acaricia las cajas repletas. piensa en la mudanza y en cómo en unas horas estará en casa de papá, forzando sonrisas y conversaciones. Mira la hora.
Decide que hoy tampoco irá a clase.
Lucía se encarama sobre su escritorio vacío y mira al cielo con la barbilla entre las rodillas y el chocolate en las manos. Mamá la mataría si la viera allí subida, pero no puede verla.
Ella ya no puede ver nada.
Lucía mira por la ventana. El viento juega con sus cabellas y enrojece sus mejillas. Tendría frío, pero su corazón ya está congelado. No siente nada. Se toma el pulso y no encuentra latidos.
Recuerda cómo encontró a mamá en la bañera con las venas abiertas.
Lucía se levanta y por pura rutina baja a la calle. Tiene que dar de comer a Whisper. Llueve, pero no le importa mojarse. Parece que las nubes lloran. Ella también tiene razones para llorar, pero no lo hace. Se prometió a sí misma, que nada traspasaría su barrera de piedra. Nada le haría derramar lágrimas de nuevo.
No le importa que el precio sea no volver a reír.
Lucía se encuentra a Whisper por el camino. Se había encontrado el gatito abandonado con su madre y solían bajar juntas a dejarle comida. El animalito le lame las puntas de los dedos y Lucía decide irse a un café para que la lluvia no le moje.
Sus piernas se mueven como por inercia.
Lucía va a entrar, pero se choca contra alguien y tropieza. Una mano le agarra por el cuello del jersey y le impide caer. Ella no sienta nada. Una voz grave e inexpresiva le pregunta si está bien. Lucía levanta la mirada y se encuentra con una barbita pelirroja y unos ojos azules. Ve su tristeza reflejada en la de él y comprende que el chico también ha perdido a alguien y algo le golpea en el pecho. Whisper maúlla
De repente, su corazón vuelve a latir como un pajarillo liberado.
Lucía siente una voz, lejana, que le pregunta si le puede invitar a un café.
Le gusta su voz. Es lija y terciopelo.
Lucía asiente y allí está, una pequeña sonrisa, apenas un leve temblor en sus labios, no es como las sonrisas de cuando mamá vivía, pero es un comienzo.
Julián también sonríe un poco. Le coge de la mano y acompaña a la chica y al gato dentro del bar.
Julián y Lucía charlan tranquilamente.
Ha dejado de llover y la luz lo invade todo.
Después de mucho tiempo, se sienten completos.

sábado, 6 de octubre de 2012

Ciclo

La lluvia cae, despacito, creando una fina pantalla a través del cristal. Las gotas caen y yo caigo con ellas. Salgo a la calle y dejo que me acaricien suavemente y me empapen el pelo y me golpeen la piel con dulzura y me dejen olor a perro mojado y a bosque y a viento…ese olor tan a Escarrilla. Y me pongo de puntillas y bailo y río y me vuelvo alta, muy alta, hasta que las puntas de mis dedos alcazan el cielo y tocan las estrellas. Están calientes y me río como una niña. De fondo suena Hemicraneal y yo sonrío. Entonces la canción cambia, suena chop suey y la lluvia se vuelve más salvaje y yo grito, un grito pasional, que hace temblar la tierra, y me libero y corro y río. La lluvia me golpea como pequeñas cuchillas y hace que mi piel me escueza, pero también me hace más fuerte. Y mientras corro el viento juega conmigo, con la energía de un chiquillo, tratando de pararme, de que me quede un rato más con él pero yo sigo adelante, porque sé que si lo hago me quedaré embrujada escuchando sus susurros y ya no querré estar en otra parte, así que sigo corriendo, con los ojos cerrados, la sonrisa en la cara y los puños apretados. me vuelvo más persona y menos humana y las gotas de lluvia me atraviesan, convirtiendo mi cuerpo en agua, pero sin hacerme daño. Sólo cosquillas. Y pronto mis pies son charcos, y luego mis piernas, mi tronco, mi cuello, para cuando sólo mi cabeza queda humana, la lluvia sólo es un fino chirimiri y yo tengo los ojos cerrados, y dejo que cree lágrimas en mis mejillas, y me siento calmada, en paz. Al ritmo de una suave canción de Russian Red me deshago por completo. De pronto, despacito, casi con mimo, los últimos acordes acaban, las nubes se alzan y el sol me sonríe. Yo subo, en forma de nube, me enrollo con el viento y él me deja sabor a menta y a tabaco en la boca, sigo subiendo, conozco a otras nubes que me sonríen y me dan la bienvenida, pero dura poco y yo sigo hacia arriba, siempre hacia arriba, haciendo espirales y tirabuzones, jugando con los pájaros y sonriendo a las estrellas, que están cada vez más cerca, mientras un chipirón andalush me recuerda que el sol sale todos los días…
Y de pronto el profesor me dice que no estoy atenta en clase a gritos. O me llama mi madre desde la cocina. O mi hermano me da una suave colleja mientras se burla de mí diciendo que estoy en las nubes. Yo  vuelvo a la realidad con pena y añoranza, sabiendo que eso nunca pasará, pero trato de parecer tranquila mientras ayudo a mi madre, discuto con mi hermano, o finjo atender en clase, echando miradas de reojo a la ventana tratando de que ese momento vuelva. Pero eso no ocurre, y el otoño, tan caprichoso, hace que mientras vuelvo hacia casa, pisando charcos solitarios ,acompañada de la oscura melancolía de La Realidad.
http://www.youtube.com/watch?v=oa24su3DcMM
http://www.youtube.com/watch?v=HrQsGeKN6qk
http://www.youtube.com/watch?v=Ub__xNlSgTo
http://www.youtube.com/watch?v=BoUkuR9HG58
http://www.youtube.com/watch?v=c4JdUYvorcY

miércoles, 27 de junio de 2012

Pido respeto

Bueno, hoy me ha pasado algo que, en sí mismo, no tiene nada de especial. Sobre todo en mi caso, que me lo repiten bastantes veces, tanto entre amigos como fuera de ellos, incluso en familia y, que, la verdad, nunca me ha importado demasiado que ocurriera.
Hoy, me han llamado marimacho. ¿Cuál es el problema en ello? en apariencia ninguno, ya que, como he dicho hace nada, me lo repiten mucho y siempre he pasado bastante de ello. Como dice un amigo mío, “no sé si eres chico o chica, porque tienes el cuerpo de una chica pero te portas como un chico”. Si ya entre amigos me lo dicen, ¿por qué iba a molestarme que me lo dijera una persona que me importa lo que se dice nada? El término no es molesto. Más bien sorprendida, picada, decepcionada…extrañada no. desgraciadamente no me extrañan situaciones como esta porque las he vivido con bastante frecuencia.
Estaba sorprendida por el tono de voz en el que me lo han dicho. Por el desdén que desprendía, por la forma en soltarlo, casi con asco, por lo borde que parecía esa persona, una persona que, estoy segura de ello, es increíble simpática y agradable con las personas que le interesan, pero, al parecer, no con todas las personas, que es como debería ser. Aunque yo no debería hablar sobre el tema, porque hay muchas personas con las que, por x razones, soy de una forma o de otra aunque no las conozca en profundidad, aunque no sepa cómo son. Estoy intentando cambiar eso, pero…es difícil, la verdad.
Me sentí picada porque esa persona lo dijo como si fuera un defecto, por el simple hecho de no ser como ella. He aprendido a pasar de esas palabras, pero me sigue molestando la falta de respeto que hay en ellas, nada nuevo.
Y…realmente, lo peor ha sido el sentirme decepcionada. No hacia él o ella. Hacia mí. Por mi reacción ante esas palabras. Por, en vez de responderle, quedarme callada sin saber qué decir, en parte por la sorpresa por el desdén de esas palabras, en parte por mi maldita timidez. Decepcionada por ser incapaz de responder lo que pensaba, porque tuvo que ser un colega el que respondió por mí, porque, cuando esa persona me ha mirado a los ojos, yo he bajado la mirada. Porque he decidido morderme la lengua, tragarme lo que quería decirle, que no eran palabras muy agradables y, quizás con ellas, tragarme la vergüenza, el odio y el sentimiento de decepción. Este hecho, tan estúpido en sí, me ha hecho darme cuenta de lo cobarde que en realidad soy.
 En realidad, ¡Qué cojones!, tiene razón.  Yo no soy femenina. No hay ni un solo vestido en mi armario, ni llevo tacones rompe tobillos ni me maquillo. No voy a la moda, ni me interesa ver películas “para tías”, ni me vuelvo especialmente estúpida cuando veo a un chico guapo. Soy diferente, supongo. Por lo menos en ese aspecto. Pero realmente, ¿todo eso es razón para faltarme al respeto? que como ya he dicho, no tengo ningún problema en que me llames marimacho, pero sí en que me lo digas como si fuera algo malo. Mis gustos son diferentes. No escucho pop comercial  ni me paso el día pegada a una blackberry ni tengo la mitad de mi ropa estampada con la bandera de estados unidos. ¿Y qué?  Quitando eso, soy igual que tú. y merezco el mismo respeto que tú quieres que te den.
A lo mejor me dices eso para que cambie. Para que me ponga otra ropa, escuche otra música… ¿puede, incluso, para que piense de forma diferente? si es así, supongo que lo haces con buena intención. No dudo de que creas que me irán mejor las cosas si dejo de ser la rara, si me vuelvo más “popular”, si me parezco más a ti. Es tu opinión, la respeto. Pero, si realmente haces lo que haces por las razones que yo creo, deja de hacerlo. Porque no te va a servir de nada. Porque yo voy a seguir siendo yo, por mucho que me digas, por mucho que intentes fastidiarme. Sobre todo con argumentos que he escuchado miles de veces. Llámame lesbiana, marimacho, rara. Dilo, si te hace sentir mejor.  Quizás tengas razón, y lo soy o a lo mejor lo seré en algún futuro. Si te relaja, hazlo, vamos.  En el fondo, soy igual que tú. Pero bastante más cobarde.