sábado, 27 de octubre de 2012

Lucía

Lucía abre los ojos. Contempla sus ojeras. Se viste sin mirar lo que se pone. Recoge su pelo sin peinarse. Se toma una aspirina y piensa en volver a la cama.
Esta noche tampoco ha podido dormir
Lucía va a la cocina. Se prepara un colacao con leche y enciende un cigarrillo. Le había prometido dejar de fumar, pero eso ya no importa
Es una imagen extraña. Una niña que ha visto demasiado, con un bigote de cacao sobre el labio, envuelta en el humo del cigarrillo. Restos de una inocencia ya perdida y de una madurez recién encontrada.
Lucía mira las paredes desnudas y las estanterías vacías. Acaricia las cajas repletas. piensa en la mudanza y en cómo en unas horas estará en casa de papá, forzando sonrisas y conversaciones. Mira la hora.
Decide que hoy tampoco irá a clase.
Lucía se encarama sobre su escritorio vacío y mira al cielo con la barbilla entre las rodillas y el chocolate en las manos. Mamá la mataría si la viera allí subida, pero no puede verla.
Ella ya no puede ver nada.
Lucía mira por la ventana. El viento juega con sus cabellas y enrojece sus mejillas. Tendría frío, pero su corazón ya está congelado. No siente nada. Se toma el pulso y no encuentra latidos.
Recuerda cómo encontró a mamá en la bañera con las venas abiertas.
Lucía se levanta y por pura rutina baja a la calle. Tiene que dar de comer a Whisper. Llueve, pero no le importa mojarse. Parece que las nubes lloran. Ella también tiene razones para llorar, pero no lo hace. Se prometió a sí misma, que nada traspasaría su barrera de piedra. Nada le haría derramar lágrimas de nuevo.
No le importa que el precio sea no volver a reír.
Lucía se encuentra a Whisper por el camino. Se había encontrado el gatito abandonado con su madre y solían bajar juntas a dejarle comida. El animalito le lame las puntas de los dedos y Lucía decide irse a un café para que la lluvia no le moje.
Sus piernas se mueven como por inercia.
Lucía va a entrar, pero se choca contra alguien y tropieza. Una mano le agarra por el cuello del jersey y le impide caer. Ella no sienta nada. Una voz grave e inexpresiva le pregunta si está bien. Lucía levanta la mirada y se encuentra con una barbita pelirroja y unos ojos azules. Ve su tristeza reflejada en la de él y comprende que el chico también ha perdido a alguien y algo le golpea en el pecho. Whisper maúlla
De repente, su corazón vuelve a latir como un pajarillo liberado.
Lucía siente una voz, lejana, que le pregunta si le puede invitar a un café.
Le gusta su voz. Es lija y terciopelo.
Lucía asiente y allí está, una pequeña sonrisa, apenas un leve temblor en sus labios, no es como las sonrisas de cuando mamá vivía, pero es un comienzo.
Julián también sonríe un poco. Le coge de la mano y acompaña a la chica y al gato dentro del bar.
Julián y Lucía charlan tranquilamente.
Ha dejado de llover y la luz lo invade todo.
Después de mucho tiempo, se sienten completos.

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