sábado, 27 de octubre de 2012

Julián

Julián se levanta amodorrado y comprueba que no hay nadie en su cama. No sería la primera vez que descubre que, después de una noche de bar en bar, hay una desconocida sin nombre ni pasado a su lado.
El aliento le huele a alcohol y a vómito. Mira hacia la esquina donde Marilyn coge polvo. Parece que le observa, juzgándole.
<<No me mires así, preciosa. Todo esto es culpa tuya.>>
Se acerca y acaricia la vieja guitarra. Hace tanto, tanto tiempo que no toca…Después del accidente pudieron salvar sus manos, volver a unir sus nervios, devolverle cierta movilidad a sus dedos. Pero nunca volvería a tocar.
Recuerda lo mucho que lloró Anne cuando se enteró. Sabía lo mucho que significaba para Julián la música, no le bastaba con escucharla, sino también sentirla bajo sus dedos. Anne…al principio había sido muy comprensiva, le había ayudado con la rehabilitación y le había acariciado la cabeza para que se durmiera mientras lloraba, borracho y amargado, un guiñapo de lo que había sido.
<<Pero se cansó. Se cansó de verme constantemente bebiendo, de mi mal humor y de mis gritos. Se cansó de que amara más a una guitarra que a ella. >>
Se pasea por el piso, buscando algo que le cure la resaca. Se sorprende del cambio del lugar respecto a hace unos meses. Cuando Anne vivía ahí, todo estaba limpio y en su sitio, olía a fresco y ella solía dejar flores recién cortadas por la casa para preservar ese olor. Ahora los jarrones estaban vacíos y los muebles están llenos de polvo. Hay ropa sucia y cajas mohosas de comida china por todas partes.
Julián no lloró cuando vio la carta de Anne sobre la cama vacía. Simplemente se había tumbado en ella, con una botella en una mano y Marilyn en la otra, bebiendo hasta que se durmió con el papel sobre el pecho.
Busca algo de comer en la cocina, pero la nevera y los armarios están vacíos. ¿Cuánto hace que no come? No se acuerda. Decide inyectarse café en vena en el bar de siempre, donde tantas veces ha tocado en el viejo escenario, borracho de amor y libertad, en vez de de alcohol.
<<Yo era libre. Y feliz. Marilyn y Anne, eso era todo lo que necesitaba. Y lo perdí todo de golpe>>
La camarera le sonríe mientras le pregunta su nombre para apuntarlo en su taza. Es una muchachita sudamericana, algo regordeta y bastante mona. Debe ser nueva, porque no le ha mirado con pena. Cuando le sirve la bebida le pregunta también por su numero de teléfono.
-No tengo móvil.
Es cierto. Cuando se despertó en el hospital con las manos vendadas, lo tiró por el retrete.
La chica le sonríe.
-¿Quién te ha roto el corazón así, cariño?
-Una guitarra
Ella guiña el ojo.
-Comprendo, cuello de cisne y caderas generosas, ¿eh?
-Algo así.
Ella le mira con lástima y le indica que se acerque con señas.
-¿Sabes lo mejor de los corazones rotos? Que sólo se pueden romper una vez, el resto son rasguños.
Julián asiente, no muy convencido y le deja una propina desproporcionada. Se dirige hacia la salida, pero se choca contra algo. Casi sin pensarlo, extiende la mano y se agarra a algo para no caerse. Ese algo resulta ser una chica. Tiene el pelo revuelto y el rostro más triste del mundo, después del que aparece en su espejo. Parece hundida en la miseria, pero en sus ojos se ve una pequeña chispa de vida. Saldrá del agujero, comprende él,  sola o con ayuda. Pero seguirá hacia delante, siempre hacia delante.
Su fuerza le sorprende, y se da cuenta de que se ha perdido en sus ojos. Esos ojos le han devuelto algo que hace mucho que no siente, y de pronto ya no piensa en Anne, ni en Marilyn. Sólo en la chica.
-¿Quiéres tomar un café?
Ella asiente y, por primera vez en mucho tiempo, Julián sonríe.

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